Galle es la estrella de la costa y una de las principales atracciones de Sri Lanka. Es un fuerte originalmente construido por los portugueses en el Siglo XVI, a una escala mucho menor. Ampliado por los holandeses en el siglos siguientes, que conserva casi la totalidad de los edificios de la época colonial. Aislado de la ciudad cingalesa por una gran plaza y aparcamiento, es un mundo cerrado y estanco, que proporciona al visitante la mayor concentración de edificios coloniales conservados, incluyendo su impresionante muralla, que lo hacía casi inexpugnable, un gran número de hoteles con encanto, con precios y calidades adaptados a todos los bolsillos, y algunas de las tiendas y restaurantes más chic de toda la isla.

Galle es por tanto un visita obligada, y no sólo una vez, como el objetivo turístico al que se hace unas fotos y se elimina del programa, sino para disfrutarlo, para tomarte un café o un helado, para curiosear entre sus tiendas, cenar en sus restaurantes y pasear por las calles más solitarias a las horas más frescas del día.

Sucesivas ampliaciones de la fortaleza la fueron poblando de edificios civiles, por lo que el fuerte que se visita en la actualidad, tiene un diseño urbanístico que responde a épocas posteriores pero mantiene en lo esencial, un espíritu de tiempos pasados. De hecho, la UNESCO, le declaró Patrimonio de la Humanidad por ser «un conjunto urbano que ilustra la interacción entre la arquitectura europea y las tradiciones del sur de Asia desde el siglo XVI hasta el XIX” reconociendo su evolución histórica.

La reconstrucción del fuerte de Galle ha ido acompañada de la adaptación de muchos de sus edificios al turismo, por lo que la visita tiene dos componentes. La parte externa, que incluye las impresionantes murallas que caen sobre el mar, los grandes edificios administrativos, las calles llenas de rincones seductores, que puede llenar perfectamente las horas del viajero. Y el interior de los edificios, donde se han recreado ambientes rabiosamente tentadores, y que si bien en muchas ocasiones se pueden ver sin consumir nada, invitan a sentarse, relajarse y dejar la imaginación volar a esos tiempos ya desaparecidos para siempre. Además, cuenta con tres pequeños museos, tal vez un poco más interesante la sucursal del Museo Nacional, que pueden poner una nota cultural a la visita.