El peregrinaje en Lhasa

En el budismo tibetano el aprendizaje de las doctrinas religiosas se compara con un camino. El peregrinaje es la puesta en práctica literal de las enseñanzas budistas, pues el creyente experimenta de forma vivencial el desapego a las cosas mundanas y la trascendencia espiritual que predica esta religión. El peregrinaje es una experiencia vital que busca trascender las vicisitudes de la vida cotidiana para alcan-zar un estado sagra-do. Así la persona abandona su vida y preocupaciones habituales, para embarcarse en una experiencia reveladora, participando en los misterios de la tierra que pisa y toca con su cuerpo continuamente e integrándose en una geografía sagrada que marca las etapas del camino a la perfección.

Durante el peregrinaje el creyente se va transformando física y espiritualmente. Según su cuerpo se traslada desde su hogar al templo o montaña sagrada donde habitan los dioses, su espíritu busca también abandonar el mundo normal para alcanzar la iluminación, y las continuas postraciones y dificultades que vivirá a lo largo del mismo, normalmente de meses de duración, son hitos en su proceso de espiritualización.

La palabra tibetana para peregrinación, neykhor, significa «dar vueltas alrededor de un lugar sagrado», señala el objetivo final, el circuito sagrado (cora) alrededor del que se darán vueltas durante un tiempo. Tiene un curioso paralelismo con las pinturas del  monje y el elefante que veremos más adelante.