El simbolismo del altar de la tierra y el de los ancestros en  Beijing

Estos dos monumentos, ya casi olvidados por los viajeros y turistas, tenían una gran importancia en el concepto clásico de la dominación imperial en China. Citamos en toda su extensión las reflexiones de Edouard Chavannes en su obra sobre el dios del suelo:

El dios del suelo era un representante del estado y del poder imperial. Su altar, complementado con el altar de los ancestros, se encuentra a la entrada de la Ciudad Prohibida, pues juntos simbolizan los elementos sobre los que se levanta el poder imperial: uno el control de las cosechas y del suelo, y el otro su legitimación a través de la genealogía imperial.

El dios de la tierra tiene como contrapeso el templo ancestral. El paralelismo entre estas dos construcciones es muy riguroso. El dios de la tierra representa el principio yin; por lo que su altar se coloca al oeste, es decir a la derecha, del palacio real, porque el oeste es el dominio de las tinieblas; el templo ancestral representa el principio yang; por lo tanto se lo coloca al este, es decir a la izquierda del palacio, porque es en el este donde aparece la estrella de la claridad suprema.

Al igual que la vida natural es el resultado de la coexistencia de los principios del yin y el yang, así la vida nacional está dominada en todos sus actos por el Dios de la Tierra y el Templo Ancestral. La presencia de estos dos poderes tutelares del reino es, en sentido estricto, lo que constituye la verdadera sede del gobierno; la capital se funda en el altar y el templo. Por eso, cuando un soberano crea o elige una ciudad para establecer su residencia, su primer cuidado es establecer el altar del dios de la tierra y el templo ancestral.

Ya sea en la capital o en el campo, el dios de la tierra y los ancestros están siempre presentes como la expresión de lo que constituye la realidad suprasensible del reino. Simbolizan todo lo que en un grupo social constituye su unidad duradera, a saber, la comunidad de la tierra y la comunidad de la herencia, sintiéndose esta última en la continuidad de la familia principesca. A través del templo ancestral se perpetúan los antiguos príncipes cuya reunión acumula sobre sus descendientes una autoridad que ningún hombre podría tener por sí solo; el altar del dios de la tierra concentra en él toda la vitalidad de la tierra fructífera. El templo y el altar garantizan al pueblo que será gobernado y que será alimentado; la realeza tiene como primer objetivo mantener mediante sacrificios apropiados la eficacia de esta doble protección.

 La unión de los dioses de la tierra y la cosecha con el templo ancestral es tan íntima que se nos manifiesta en una multitud de hechos. A punto de partir en una expedición militar, el que estaba a la cabeza de las tropas iba al templo ancestral para recibir la orden de entrar en el campo, y al dios de la tierra para recibir una porción de la carne cruda ofrecida como sacrificio. – Siempre que había una gran calamidad en el cielo o en la tierra, los sacrificios prescritos por los ritos se hacían a los dioses de la tierra y la cosecha y al templo ancestral.

Como concluye Chavannes (525). “Este culto local y familiar es el sustrato más profundo del pensamiento religioso en China: nada se acerca más a sus orígenes que el Dios de la Tierra y el Templo Ancestral” (Edouard Chavannes. Le dieu du sol dans la Chine Antique. 1910).