La región donde de Beijing ha sido habitada por los antepasados del hombre desde los tiempos más remotos. En el año 1929 se descubrieron en una colina situada al suroeste de la ciudad, en Zhoukoudian, los restos del llamado “Hombre de Beijing”, el más famoso de los hombres prehistóricos encontrados en China. En su momento fue el primer homínido que se podía identificar claramente como el “eslabón perdido”, descendiente del mono y antepasado del hombre, justificando con su existencia la teoría evolutiva, fue por tanto una pieza clave en el estudio de la evolución que hizo posible la aparición del hombre moderno.
El hombre de Beijing era un cazador recolector, que cazaba sobre todo ciervos, a los que perseguía con palos y antorchas; utilizaba instrumentos de piedra, para hacer útiles de hueso y madera y cortar la carne y la piel de los animales; sabía mantener el fuego, que usaba para cocinar sus alimentos y para protegerse del frío; talaba los bosques y se comía a otros hombres cuando no tenía nada mejor a mano.
También se ha encontrado en esa zona el llamado homo sapiens sapiens, mucho más evolucionado. Se le denomina “El Hombre de la Caverna Superior” y se dedicaba fundamentalmente a la caza y la pesca, completando su dieta con la recolección de frutos silvestres. Sus trabajos de piedra están más evolucionados, conoce las técnicas del pulido, perforado, tallado y teñido. Entre sus restos se ha encontrado una aguja de hueso con la que cosería pieles para vestirse, restos de moluscos procedentes del mar, que delatan relaciones comerciales o expediciones a regiones un tanto lejanas, así como los primeros rastros de un sentimiento religioso, pues teñían de rojo algunas de sus herramientas y esparcían polvo de hematita sobre los cadáveres de sus muertos.
En tiempos ya históricos, en el siglo X antes de nuestra era, la región de Beijing era conocida como Yan. Entregada como feudo por los primeros emperadores Zhou a algunos de sus generales, sucesivos marqueses de Yan expandieron su dominio y su influencia a costa de las poblaciones de cultura no china, construyéndose varias murallas para defenderse contra otros estados chinos y las poblaciones no chinas. La capital de aquel reino, llamada Ji, estaba situada en el suroeste de la ciudad actual. Desde el siglo VII a.n.e. este reino participó de lleno en las intrigas políticas y cambiantes alianzas militares que caracterizan la época llamada de los Reinos Combatientes. En el año 222 a.n.e fue anexionado al reino de Qin en su unificación de China.
Beijing se convirtió entonces en uno de los principales puntos defensivos del Norte, construyéndose a su alrededor varias murallas. Desde entonces se constituyó en el principal centro diplomático y comercial de la región. La situación no cambió durante los 400 años de la dinastía Han, convirtiéndose Beijing en un punto crucial en las relaciones con los pueblos nómadas del norte, especialmente de los Wuhuan y Xianbei. Tras la desintegración de China durante la época de los Tres Reinos, Beijing tuvo cada vez más autonomía, siendo en el año 321 la capital del Reino de los Zhao posteriores. Fue solo el principio de décadas de guerras e incertidumbres que solo cesaron cuando la zona fue incorporada a la dinastía Wei del Norte en 399. Un siglo de paz que llevó gran prosperidad a la región de Beijing, y del que datan las primeras reliquias budistas en la capital.
La importancia de Beijing creció durante la dinastía Sui debido a las guerras con Corea, en las que Beijing jugó una baza importante, y a la extensión del Gran Canal en el año 608 hasta las cercanías de la ciudad.
En el siglo X era una de las ciudades más importantes del Norte, por lo que tras la caída de la dinastía Tang, pronto se convirtió en una zona de influencia kitan, y cuando los nómadas Kitan establecieron la dinastía Liao para gobernar la mitad norte de China bajo su poder, convirtieron a Beijing en su capital meridional llamándola Nanjing (capital del sur), que pronto fue la mayor y más importante de sus cinco capitales. También llamada Yanjing, era una ciudad con 300.000 habitantes, protegida por una muralla de 9 metros de altura y 5 de ancho, con una cuarta parte de sus superficie ocupada por el palacio imperial, en su suroeste.

De esta época aún se pueden visitar la llamada Ciudad Redonda del Parque Beihai, el Templo del Gran Despertar en las Colinas del Oeste, la Mezquita de Niujie, del año 955, y la pagoda de Tianningsi.
Cuando los Jurchen derrotaron a los Kitan en 1115 estableciendo la dinastía Jin sobre los mismos territorios, mantuvieron también la capitalidad de Beijing, llamada Zhongdu por ellos. El puente Lugou, llamada de “Marco Polo” al haber sido descrito por este viajero, da muestra de los importantes trabajos de canalización llevados a cado durante esta dinastía. La ciudad fue arrasada por los Mongoles tras resistir uno de los asedios más duros de la historia, que en el año 1215 expulsaron a los Jurchen y se hicieron con el control del norte de China. Cuando los mongoles tuvieron asegurado su dominio de China, trasladaron su capital a Beijing en el año 1271, dándole el nombre de Khanbalik (ciudad de los Khan), y estableciendo la dinastía Yuan. Dos años después se inició la construcción de un palacio imperial y un observatorio. La estructura de la ciudad mongola, visitada por Marco Polo, es semejante a la ciudad actual.
Los mongoles fueron expulsados por los chinos, que bajo la dinastía Ming recuperaron la ciudad rebautizándola como Beiping (paz en el norte), donde pronto trasladan su capital. Durante la dinastía Ming se construyeron los monumentos más importantes de Beijing: La Ciudad Prohibida, el Templo del Cielo, y se restauró la Muralla al norte de la ciudad. En 1644 una dinastía Ming debilitada por las crisis políticas y económicas fueron derrocada por los manchúes, que establecen su dominio de China fundando la dinastía Qing.
Los Qing dividieron Beijing en dos ciudades separadas por una muralla. La parte más grande, al norte, conocida como la Ciudad Tártara, se reservó como acuartelamiento de las tropas de sus banderas, palacios de los príncipes, edificios del gobierno, templos y bibliotecas. Los chinos fueron desterrados a la parte Sur, que se convirtió en el centro comercial de la capital. La división étnica de la ciudad se fue relajando a lo largo de la dinastía, manteniéndose no obstante, hasta nuestros días, una clara diferencia entre los barrios situados en la parte sur y los de la parte norte. Beijing permaneció cerrado a los occidentales, no a los rusos, hasta el final de la Segunda Guerra del Opio, cuando la victoria de las fuerzas anglo-francesas, tras la destrucción del magnífico palacio de Yuanmingyuan, dio pie a la apertura de embajadas occidentales en la capital del imperio. Estableciéndose para ellas el llamado Barrio de las Legaciones, justo al este de la Plaza de Tiananmen.
La llamada Guerra de los Boxers, al principios del siglo XX, que tuvo como evento culminante el sitio del Barrio de las Legaciones por los patriotas chinos, se saldó con una nueva invasión, saqueo y destrucción de la ciudad por las Ocho Potencias occidentales (entre las que no estaba España) en 1900. Bajo la regencia de la emperatriz Cixi la dinastía Qing estuvo al borde del colapso, y acabó siendo derrocada en 1911 por las fuerzas democráticas de Sun Yatsen. Beijing se mantuvo como un importante centro político, sede de los generales que se atribuían el gobierno de China durante la época de los señores de la guerra, hasta que los japoneses la ocuparon en 1937.
Tras el final de la Guerra Mundial y la victoria comunista sobre Chiang Kaichek, Beijing se convirtió en la capital de la República Popular China proclamada por Mao Zedong en la plaza de Tiananmen el 1 de octubre de 1949. Desde entonces ha sido el centro político, administrativo y militar de China, siendo testigo de los principales acontecimientos de su historia moderna.
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