Una de las más agradables sorpresas que el viajero se encuentra cuando pasea por el Madrid de los Austrias, es encontrarse de repente con la impresionante basílica de San Miguel. Es un encuentro inesperado porque la iglesia parece surgir de las estrechas calles que la rodean, y su fachada, también estrecha, en la calle San Justo, no anticipa lo que depara su interior.

En el lugar donde se levanta esta basílica se encontraba una de las iglesias más antiguas de Madrid, la parroquia de San Justo y Pastor, construida en el siglo XII. Esta fue derribada en el siglo XVII y en el XVIII se comenzó la construcción de la nueva iglesia, bajo los auspicios del Infante Luis Alfonso, hermano del rey Carlos III.

En la construcción de la misma participaron tres renombrados arquitectos. Teodoro de Ardemans se ocupó del diseño original. Sobre ese diseño Giacomo Bonavia elevó la estructura, cripta y capillas que conocemos actualmente. El toque final lo dio su discípulo Virgilio Rabaglio. En ellos recae el mérito de haber conseguido levantar un edificio grandioso sobe una superficie bastante limitada.

La original fachada de este templo tiene forma convexa. En el cuerpo central hay una gran puerta de madera tallada y sobre ella un medallón que representa el martirio de los santos Justo y Pastor. Más arriba, dos ángeles sujetan la cruz. En la parte lateral hay 4 hornacinas que representan la Fe, Esperanza (arriba) y Caridad y Fortaleza (abajo).

La propia iglesia consta de una sola nave, con una capilla mayor y ocho capillas laterales, cuatro a cada lado. Según se entra llama la atención los frescos que decoran las bóvedas, pues las tres bóvedas (dos del crucero y una de la capilla mayor) están completamente decoradas con frescos religiosos. Las pilastras que sostienen el techo están colocadas de forma elíptica con lo que proporcionan una sorprendente sensación de amplitud en este templo pequeño.

Las capillas laterales están disponen de retablos neoclásicos de dos o cuatro columnas, y decoradas con esculturas antiguas y otras modernas. Entre las antiguas destacan la imagen de la Asunción de la Virgen en la capilla del mismo nombre, del siglo XVII y el Cristo de la capilla siguiente, del mismo siglo.

En definitiva, la visita externa e interna de la Basílica de San Miguel es una parada recomendable dentro de la exploración del Madrid de los Austrias por sus soluciones arquitectónicas y decorativas para crear una obra grandiosa en un espacio reducido.