Siendo Yunnan el hogar de tan gran número de minorías, se puede entender que sea el escenario de muy diversos cultos, que, generalmente considerados por los estudiosos como animismos, cultos a la naturaleza o a los ancestros, presentan sin embargo tantas particularidades como para definir la vida espiritual de cada una de las minorías de la región. Aunque este no es el lugar para describir sistemas de creencias que requerirían una enciclopedia, sí se pueden señalar algunas de sus manifestaciones externas especialmente visibles para el viajero que se mueve con un poco de tiempo.

En el exterior no es raro encontrar improvisados altares a los dioses de la tierra, como en muchos de los campos de los Bai, o a las deidades de la montaña, que se supone les proporcionarán buena cosecha. Ropa vieja colgada de los árboles, como en las zonas de los Moso, para conseguir que curen los enfermos, o muñecos más o menos cuidadosamente elaborados, desechados tras los rituales para los que fueron concebidos.

En las aldeas se pueden encontrar bastantes símbolos que, aún con variaciones, suelen ser comunes a una zona. Entre ellos destacan las puertas de las aldeas, generalmente sólo una pequeña estructura de madera o bambú situada en el camino, con algún amuleto colgado de ella o a su lado, que señala la división entre el mundo civilizado, el de la aldea y el salvaje exterior donde reinan los espíritus.

Las puertas son una protección contra los espíritus, aunque durante la celebración de algunas ceremonias importantes pueden estar cerradas con una cuerda o un palo, indicando que nadie de fuera puede entrar a la aldea. El centro de la aldea suele estar marcado por algún simple altar, a veces sólo un poste o dos de los que cuelgan plumas de aves o banderas, cuyo pie está protegido por un círculo de piedras.

Hacia las afueras de la aldea, o a veces en el centro, es bastante común encontrar árboles sagrados. Suelen estar entre los más grandes del entono, destacando por la presencia de algunas varillas de incienso ante ellos, algunos cuencos donde se les han presentado ofrendas, una cuerda roja, o a veces manchas de sangre de los sacrificios, los huesos de los animales que se les han sacrificado, y incluso un altar de madera con una serie de ofrendas. En las afueras de la aldea, generalmente en una posición un poco más elevada, se suele encontrar el bosque de los espíritus, un bosque sagrado donde consideran habitan sus dioses, protegido por un buen número de tabúes.

Las casas también cuentan con un rico simbolismo que refleja las creencias de sus habitantes, decoraciones en las puertas y tejados para proteger a sus habitantes, altares para los antepasados al estilo de los chinos, cestas de aspecto inocente que pueden contener imágenes de las deidades protectoras de la familia, y sobre todo el hogar, sagrado para todas las minorías, protegido por tabúes que impiden cruzar sobre él o arrojarle cualquier cosa que pueda debilitar a las llamas.

Las personas también llevan muchas veces como decoración de su cuerpo o vestidos, amuletos u otro tipo de objetos que consideran les puede proporcionar buena salud y protegerlos de los ataques inesperados de espíritus malignos. Uno de los signos más ubicuos es una cuerda (generalmente roja) alrededor de la muñeca, muchas veces atada por el mismo chamán que ha ayudado a curar una enfermedad.